5 oct 2010

Tanzania, un largo camino a Mtwara...

Mtwara... ¡Bienvenidos a Tanzania!...
El viaje de Pangane hacia la frontera fue sin lugar a dudas uno de los tramos más tediosos de este Viaje por África. Con muy poco dinero, rebotando de transporte en transporte, y bajo un sol que sumaba algunos kilos demás en la mochila, fue que muy poco a poco, casi milímetro a milímetro, nos fuimos acercando a Tanzania.

Este acercamiento hubiera sido muchísimo más difícil y doloroso, si no nos hubiéramos encontrado con la amabilidad de Alberto, el encargado del puesto aduanero que se encuentra en Palma, una de las pocos poblados fronterizos de la zona. Alberto hizo un gran despliegue de hospitalidad, y nos dio acceso a un poco de agua, comida y un lugar donde pasar la noche. Como si esto fuera poco, nos despertó antes del amanecer, diciendo que nos había conseguido un transporte para seguir camino. 

Así fue que llegamos a lo que podríamos denominar: la última etapa del cruce, momento en que nos chocamos de frente con un río y muchos tipitos con lanchas que se afilaban los colmillos mientras nos miraban los bolsillos. Como no teníamos dinero, tuvimos que apelar al trueque y muchísimo poder de convicción en la palabra. Ofrecimos alguna que otra ropa y un par de atados de cigarrillos que aún teníamos en la mochila, y luego de rogar y esperar un ratito, finalmente uno de los tantos vampirillos nos hizo los favores y cruzó el río hasta la bendita frontera.

Por las terrosas calles de Mtwara...
La playa...
Por el centro de Mtwara...
Un hermoso lugar en el mundo...
La banda venía algo quebrada psicológicamente y bastante cansada corporalmente. La falta de buena alimentación y otras necesidades básicas insatisfechas, habían socavado un poco los humores y la destreza en la convivencia. El cansancio suele acentuar la intolerancia en las relaciones, y esos pequeños malhumores se van exacerbados por las incontingencias del viaje, más específicamente por la precariedad de los caminos y por la falta de proteínas en la alimentación. 

Todo lo pagaba el viento de una inestimable libertad que refrescaba la vida dentro de las cajas de las camionetas que nos acercaban a destino. No importaba que cada pequeño pozo de la más infame ruta de tierra se hiciera sentir en las vertebras de la columna. La famosa sonrisa que duele se dibujaba en mi cara, y me sumergía en ese fugaz estadío en que la felicidad se manifiesta como una misteriosa composición de eternos sentimientos entre los que también incluyo el dolor y la desdicha anímica.
Esas postales difíciles de encontrar...
La comunidad al borde del Indico...
Baobab...
Ya una vez del lado Tanzano, la felicidad se transformó en alegría, y estomago se empezó a hacer agua, cuando corroboramos que lo que estábamos viendo eran efectivamente huevos y pedazos de carne, que por otro lado no importaban de que animal eran, lo único importante era comerlos. Es increible cómo la comida le devuelve instantáneamente la sonrisa al rostro. Así fue que con la panza llena y el corazón contento llegamos finalmente hasta la famosa ciudad de Mtwara.

Y cuando te dicen que dormir en la cama del primer hotel que preguntamos cuesta dos dólares por persona, te sacas mucho más que el peso de la mochila de la espalda, y todo el mecanismo motriz se vuelve a relajar... Uno vuelve a ser uno. Lo que sí, hay que tener cuidado con esto de que "se vuelve a relajar", porque tanta tensión acumulada por algún lado se tiene que escapar, y no quiero parecer ni chancho, ni grosero, pero en este caso al cincuenta por ciento de la banda, la tortuga se le escapó por atrás.

¡Sí señores!... un espeluznante mundo de caca circundante fue la marca de la estadía en la Mtwara. Una mezcla de mala alimentación, otro poco de fritanga, y las emociones que se fueron aguantando, resultaron ser un cóctel algo explosivo para estos humildes servidores. Sin prisa, pero sin pausa, las cloacas de Mtwara empezaron a rebalsar. ¡Kilos y kilos de mierda bolo! que en muy pocas horas se empezaron a expandir hacia el resto del continente... y un poco más allá.

África inolvidable...
Invasión y confusión visual...
Rubio careta...
Pero ojo... no por esto vamos a decir que la estadía fue sin alegría, y no solamente porque hacer caca es un placer universal, sino también porque Mtwara te recibe con los brazos abiertos, una playa que no se puede creer, gente sonriendo y alegre, carne de cabra, tortillas de papas, mucha fritanga, bebidas baratas, un idioma fácil de aprender, el Swahili, un país muchisimo más abastecido con celulares en buen estado tirados en el piso, y el ritmo tranquilo de estas latitudes del África meridional que te habla y dice: "Habari" (hola), "Mambo" (¿Cómo va?) y "Poa" (bien)...

Y entonces la vida cambia de tonalidad nuevamente, porque a cada sentimiento y a cada país se le puede atribuir un color, y si tuviera que arriesgar, Tanzania es rojo, con matices de muchísimo verde fertilidad. Un país de sonrisas puras e inocentes. Un mundo que  vuelve por milésima vez una incógnita, momento en que todos los análisis vuelven a empezar; y entre pinchos de carne y ese calor generalmente agobiante, se iban abriendo paso cuatro blanquitos tratando de decodificar la ciudad (principalmente para saber donde se podía comprar papel higiénico). La estela de la vida y de las vivencias se iba impregnando a cada paso en el espíritu.

¿Hacemo' un fueguito?...
Rachel corazón...
Emocionalmente fue una victoria haber llegado hasta acá, y ahora mismo que lo escribo lo vuelvo a vivenciar. Cuando el trabajo está terminado llega el momento de descansar y disfrutar. Bienvenidos a Tanzania y a Mtwara. Nos vemos en la próxima....

Los chicos turisteando por ahí...

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